La gallina Marcelina


En St. Gabriel’s creemos que aprender español es también abrir puertas a nuevos mundos. Por eso nace Gabrielle, la voz de St. Gabriel’s: una narradora cálida, cercana y elegante que cada semana nos acompaña con un cuento, una fábula o una historia cultural del mundo hispano.

Esta semana, Gabrielle nos presenta «La gallina Marcelina», un cuento clásico que habla del valor del esfuerzo, la colaboración y la recompensa del trabajo bien hecho. Ideal para estudiantes de nivel A1/A2.


🎧 Escucha el cuento

📝 Transcripción


Apertura oficial de Gabrielle:

Los cuentos no son solo para niños. Siempre han enseñado a vivir, a soñar y a tener esperanza. Hola, soy Gabrielle, la voz de St. Gabriel’s, tu amiga de los cuentos e historias. Hoy lo comparto contigo en español, para quienes lo aprenden y para quienes lo disfrutan desde siempre. Escucha… este cuento también tiene algo para ti.

La gallina Marcelina

Había una vez una gallina llamada Marcelina. Vivía en una pequeña granja, rodeada de animales y campos verdes. Era una gallina muy trabajadora, alegre y curiosa. Cada mañana se levantaba temprano y saludaba al sol:

—¡Buenos días, granja! ¡Empieza un nuevo día!

Un día, mientras caminaba por el campo, Marcelina encontró unos granos de trigo.

—¡Qué suerte! —dijo muy contenta—. Si planto estos granos, tendré trigo. Y con el trigo haré harina. Y con la harina… ¡haré un pastel delicioso!

Marcelina fue corriendo a contárselo a sus amigos: al cerdo, al gato y al pato.

—Amigos, ¿quién me ayuda a plantar el trigo?

—Yo no puedo —dijo el cerdo—, estoy muy cansado.

—Yo tampoco —dijo el gato—, tengo sueño.

—Yo prefiero ir al río —dijo el pato.

—Bueno —dijo Marcelina—, entonces lo haré yo sola.

Y así fue. Marcelina plantó los granos, los regó cada día y esperó con paciencia. Pasaron los días, el sol brilló, la lluvia cayó… y el trigo creció alto y dorado.

Cuando estuvo listo, Marcelina volvió a llamar a sus amigos.

—Amigos, ¿quién me ayuda a recoger el trigo?

—Yo no puedo —dijo el cerdo—, hace mucho calor.

—Yo no puedo —dijo el gato—, tengo que descansar.

—¡Yo no puedo, estoy nadando! —gritó el pato desde el río.

—Entonces lo haré yo sola —dijo Marcelina.

Ella sola cortó el trigo, lo llevó al molino y preparó la harina. Después, mezcló la harina, los huevos, la leche y el azúcar. Pronto, un olor dulce llenó toda la granja.

El cerdo, el gato y el pato olieron el pastel y corrieron a la cocina.

—¡Qué bien huele! —dijo el gato.

—¡Debe estar delicioso! —dijo el pato.

—¿Podemos comer contigo, Marcelina? —preguntó el cerdo.

Marcelina sonrió y respondió:

—No, amigos. Yo planté el trigo, yo lo cuidé, yo hice el pastel… Así que, ahora, ¡yo me lo como!

Y se sentó tranquila a disfrutar su pastel, pensando que el trabajo tiene su recompensa.

Aquí termina el cuento… pero la magia del español continúa en St. Gabriel’s.

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